Ellos ya van a sus filas y luego cada uno a su clase. Procuro salir un poco antes de que el resto de padres den media vuelta, para evitar la aglomeración y consiguiente estrés del peque. Algunos van a paso acelerado sosteniendo las mochilas increpando a niños cuyas piernecitas no alcanzan a seguirlos; otros van paseando relajados, charlando; otros despistados. Al menos en nuestro colegio. A cualquiera nos puede pasar, es así. Hay días en los que hay que cambiarlos de nuevo, hay rabietas, hay olvidos de mochilas, de desayunos…mil variables. Una de las cosas que mis padres me enseñaron desde que tengo uso de razón es la importancia de la puntualidad, en todo momento. Y si por lo que sea me retraso me msiento mal, al igual que me molesta quedar en un lugar que la gente se retrase por norma general… Llegar tarde un día, y otro, y otro, y que se convierta en algo habitual no es algo normal, no debe suceder.
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