Estuvo también Aramís Fuster, pero no se hablaron 31 ago Actualizado a las h. Un enjambre de personajes curiosos comenzaron a hacerse familiares en muchos hogares por su asiduidad en algunos programas, casi siempre de la misma cadena. El hecho de ser sacerdote añadió morbo al asunto y programas como Moros y cristianos o Crónicas marcianas contaron con su participación regular. Incluso, llegó a tener un programa propio con Rocío Carrasco, Cita con Apeles, que no duró demasiado en la parrilla televisiva. Como los sacerdotes no tienen un uniforme de verano y otro de invierno, como es el caso de los militares, el padre Apeles acudió a Samil con su característico traje negro, alzacuellos y unas gafas de sol también negras, y se hizo con el protagonismo de la jornada festiva. De hecho, se produjo un encuentro no deseado por sus protagonistas, pero sí buscado por la hostelera. El morbo del concurso de castillos de arena estuvo en la aparición conjunta del padre Apeles y de Aramis Fuster, echadora de cartas y otro de los personajes habituales en la telebasura de entonces, que en un programa llegó a aporrear al propio sacerdote, de ahí que no se llevaran demasiado bien.
Existe en nuestra sociedad algo peor que no querer ser madre. Pensar y, sobre todo, decir que ha sido un error haberlo sido. Donath recopila y analiza con agudeza 23 testimonios de mujeres que aseguran haberse contrito de haber sido madres. Las mujeres entrevistadas por Orna Donath no realizan tal afirmación, al contrario. Lo que emerge de la lectura de sus entrevistas es que de lo que se arrepienten es de no acaecer podido vivir sus vidas como efectivamente las hubieran querido vivir. Cuando se termina de leer los testimonios, una palabra acude de inmediato a la mente: libertad.
Estos pensamientos pueden ser maliciosos, sexuales o violentos. Como imaginarse a un anónimo desnudo o pensar en apuñalar a alguien. La mayoría de nosotros nos despreocupamos de estos pensamientos. Y eso hace que quieran contar o admitir estos pensamientos, para que se les asegure que no son malos. Algunos niños se quedan estancados en levante patrón y sienten la necesidad de confesarse una y otra vez. Un mal pensamiento no les convierte en una mala persona. Ese pensamiento no los representa a ellos. El efecto es que los niños aprendan a dejar que estos pensamientos desaparezcan por sí mismos.