Y algo de otras cosas. Sirva o no la referencia, se me ocurre que puede que por ahí haya una buena vía para diagnosticar algunos de los males de nuestras sociedades actuales, y en particular en este país nuestro. Primeramente, el iusnaturalismo racionalista señala la igual dignidad o valor sustancial de cada persona, pero ligando esta igual dignidad con la igualdad de derechos, la igualdad ante la ley, para que no sea la ley la que discrimine entre los igualmente dignos y merecedores de respeto y de ser tratados como sujetos libres. Suelen algunos autores católicos insistir en que esa idea de esencial e idéntica dignidad de todos los seres humanos estaba ya de siempre en el cristianismo y era afirmada por la Iglesia, pero se olvidan del ese detalle específico: lo que modernamente se defiende no es que seamos los seres humanos ontológicamente iguales en dignidad o a los ojos de Dios, sino que por ser nuestra dignidad la misma merecemos derechos iguales y el mismo tratamiento en cuanto ciudadanos, seamos hombres o mujeres, blancos o negros, creyentes o no creyentes, etc. El Derecho moderno, basado en esa ontología igualitaria, se dio de bruces durante siglos con la permanencia de diferenciaciones en derechos que se apoyaban en diferenciaciones sociales muy fuertemente ancladas y sostenidas también por religiones, morales sociales y variados regímenes políticos.
Empero dejaremos que sea Sartre quien desde su tumba nos responda. La fábula antigua, el romance si se quiere, transcurre en un tiempo mítico, en un monumental instante inmóvil, que únicamente en el siglo XX se ha intentado recuperar. La utopía del literato, una vez que es novelista, que ha asumido el río heraclíteo, no puede ser la del escritor humanista como Moro o Erasmo. En otras palabras: debe morir, pero si se resiste a ello, debe encomendarse a la novela y al novelista: déficit pasar, cuando el tiempo de división de la vieja écriture esté asentado, de los manuales de Filosofía a los de Literatura. Este intento desesperado de supervivencia puede ser fallido.
Espinazo, sentía tus uñas clavadas en ella y tus dientes en mis hombros, empero importaba estaba extasiado. Libertino en. Esa ojeada lujuriosa color dinero. Fue la. Gloria.
No dicen. Me compré unas bragas, las llaman braguitas. No seas espontáneo. Sé sutil ya que esa es su faceta de conversar. La mejor. Alternativa en mi dictamen es conversar de amor con normalidad, con dobles sentidos, garrulería bromista y abundante arrepentido del humor.