Había vivido una infancia solitaria; sufría en silencio el desprecio de la gente por ser hija ilegítima de un estanciero que tenía mujer y críos en otra parte. Era la época cruel en la que a los hijos nacidos fuera del matrimonio se los consideraba bastardos. Ella no fue reconocida por su padre; con eso, una marca de dolor se clavó como un puñal en su alma para siempre. Creció taciturna, despreciada, llena de miedos. Y como las herencias plantan semilla para diseñar el camino de la vida, en la joven brotó una osadía sin límite, que la impulsaría primero a salir de su tierra para alcanzar la gran ciudad y, luego, a conquistar una nación y transformarse en leyenda. El anhelo de ser actriz la llevó hasta la capital. Y así lo hizo. Soportó humillaciones, tomó mate viejo para calmar el hambre y no se dio por vencida.
Debían seguirle hasta su casa y decirle: El Maestro os manda decir que su tiempo se acerca, y que quiere celebrar la Pascua en vuestra casa. Iba todos los años a la fiesta de la Pascua con sus criados, alquilaba una sala, y preparaba la Pascua para las personas que no tenían hospedaje en la ciudad. Enseñó a los dos Apóstoles su posición y su distribución afectividad. Yo he visto también al agorero Malaquías escondido debajo de las mismas bóvedas; allí escribió sus profecías sobre el Santísimo Sacramento y el abnegación de la Nueva Alianza. Debajo de todo el edificio hay bodegas hermosas. Disposiciones para el tiempo pascual Vi a Pedro y a Juan en Jerusalén entrar en una casa que pertenecía a Serafia tal era el nombre de la que después fue llamada Verónica.
Combos iban, combos venían. Gente enojada y mucho trolleo, que asumí como parte de este cuento de escribir columnas. Hoy, como un acto kamikaze, hablaré de algunas actitudes que los hombres aborrecen de una mujer. Antes de que me hagan bolsa, les diré que las consulté con hombres.